Los operativos, según dijo, consisten en llevar a los adictos a las drogas un momento de fraternidad con entretenimientos consistentes en juegos de dominó, ajedrez o barajas, además de música y alimentación que los mismos necesitan en su condición de deshidratación.
“Detrás de esa alimentación existe un diálogo de decirles: vengan, que nosotros, hogares creados, te esperamos. Sin necesidad de que usted sea rico, sin necesidad de que usted no tenga nadie, sino simplemente que sea adicto a droga y necesite ayuda”, mencionó del espaldarazo a consumidores de estupefacientes.
No obstante, en la ejecución de las labores de prevención e intervención, Hogares Crea arrastra debilidades con el déficit del 66% en su presupuesto, ya que reciben apenas la tercera parte de lo demandado. Lo propio ocurre con la falta de camas y la necesidad de apertura a hogares femeninos y de menores.

Sujeto en consumo en la calle 42, ensanche Capotillo, a quien Hogar Crea busca impactar.
Esto lo denuncia el presidente de la junta directiva, Juan Agustín Molina Almonte, quien solicitó ayuda del Gobierno con partidas de un presupuesto complementario, conocido que actúan en más de 30 centros bajo alquiler.
LA NIÑEZ DE CAPOTILLO DESPROTEGIDA
En la calle ocupada con carpas de Hogar Crea, en la intervención a sujetos en consumo, transitan niños recién salidos de la escuela que se encuentran desprotegidos ante la toxicidad del ensanche Capotillo.
En un escenario de drogadictos, las sustancias prohibidas en los ojos y olfatos de todo mundo, la juventud es la que camina con el animal del consumo acercándoseles con intención de cazarlos.
Las cámaras de reporteros de este diario han podido retratar a niños caminando al lado de adictos, la falta de supervisión de adultos y exposición en un entorno de drogadicción.

Los niños caminan de regreso a casa luego de salir de la escuela en un ambiente de adictos en el ensanche Capotillo.
UN DIAMBULANTE ABRAZADO AL CAMBIO
Allí, en la actividad donde Hogar Crea busca intervenir la vida de usuarios de narcóticos, José Luis Cerda, director de un centro en Herrera, reflexiona sobre las vicisitudes que atravesó padeciendo esa condición.
“A veces a estos muchachos tú los ves y dices: 'guao, pero mira que yo lo conocí muy bonito y de repente está un guiñapo'. Y tú dices: 'es un charlatán', y mucha gente lo dice, y no. Es que hay una enfermedad encima que, aunque no se quiera, controla a uno”, señala de la intolerancia con los consumidores.

La calle 42 del ensanche Capotillo es una zona con alta incidencia de drogas.
Dice que aun brindando las condiciones de vivir en ambientes transformados y recibiendo el apoyo familiar, a los adictos a las drogas suele no importarles y abandonan el proceso de rehabilitación, en casos que la enfermedad alcanza un punto donde “puede más que ellos”, a saber que es una lucha con el espíritu y la conciencia.
José Luis es la persona indicada para abundar acerca de los desafíos de separarse de las drogas, las cuales le arroparon a partir de los 15 años y llegó a estar deambulando en parques. Consumió marihuana, luego cocaína, y tocó el piso con el crack.
Sin embargo, ese no era su destino y pudo enderezar el rumbo. Buscó ayuda, se mantiene “limpio” y en esta instancia dedica tiempo a predicar la palabra de Dios y a servir en los hogares. “Cuando tú luchas y tú quieres, tú logras el éxito”, pronunció con firmeza.